Hoy quisiera hablar de cosas lindas. Quisiera decir, por ejemplo, que estoy feliz de volver a casa y ver a mi gente contenta. Quisiera hablar de la emoción de anoche, en la inauguración oficial de mi página Web, con una transmisión al vivo desde la iglesia del Ala norte de Brasilia. Hubo gente que recibió el mensaje por el internet en Suiza, EEUU, Franca, Alemania, México, Perú, Argentina, Canadá, Inglaterra, Portugal, Mazambique, Angola y dentro del Brasil, en muchas ciudades Brasileñas. Fue una bendición.
Pero ¿cómo hablar de alegría al ver la foto que muestro aquí?
Este es el rostro triste de la humanidad. Cada persona carga con frecuencia su dolor. Sola, sin ser entendida por nadie y tal vez sin saber siquiera a dónde ir. ¿Por qué tiene que ser de este modo? ¿Por qué todavía la muerte tiene que reírse de ti, creyéndose victoriosa?
Aunque yo no conociera la biblia, sería difícil imaginar que el ser humano vino al mundo simplemente para vivir un tiempo y después morir sin pena ni gloria. Que su destino es apenas llevar su dolor a cuestas y correr como un loco para sobrevivir con dignidad.
No sé quién eres ni dónde estás pero tal vez, en este preciso instante, vives un momento así. Sufres y nadie sabe entender tu dolor. Estás herido y sangras. No por fuera. Exteriormente todo parece bien. Tus heridas son interiores. Sangran en lo recóndito del alma. No cargas en tus manos el cuerpo de un hijo muerto, sino el cadáver de un sueño hecho pedazos, de un hogar destruido o de un hijo sumergido en el mundo de la drogadicción.
¿A dónde ir cuando desde el punto de vista humano las cosas no tienen solución? ¿A quién dirigirse cuando todas las puertas están cerradas? Jesús está siempre con los brazos abiertos. Para Él no existe caso perdido. Un día llegó al sepulcro de Lázaro. Había pasado cuatro días desde que la muerte lo sorprendiera. Humanamente no había más que hacer. El cuerpo ya estaba en estado de descomposición. ¿Qué esperanza podía haber? Pero Jesús llegó y donde Él está presente, no hay lugar para la muerte porque Jesús es la propia vida.
-Lázaro, ven fuera – Ordenó Jesús
Y al comando de su voz, la muerte dio lugar a la vida y el cadáver resucitó.
Ese Jesús maravilloso vive y está dispuesto a operar milagros en tu vida. Todo lo que necesitas hacer es reconocer que tú no puedes, aceptar que Él si puede y finalmente ir a sus brazos de amor y entregarte a Él como un niño desprotegido corre a los brazos padre amado. Que Dios te bendiga.