Acabo de terminar una reunión en la que decidimos, con los editores, los detalles finales de la redacción de una novela que debo entregar en el mes de diciembre. Se trata de una novela que presentará la lucha entre Cristo y Satanás desde el cielo hasta la segunda venida.
El primer desafío es que la novela no puede mencionar a Dios, ni al diablo, ni a Jesús, ni la cruz, ni la redención, ni nada que le dé al lector la impresión de que está leyendo un libro religioso. El objetivo es alcanzar personas que de otra manera jamás leerían algo que tiene que ver con el evangelio. El segundo desafío es el plazo de entrega. Escribí hasta ahora, apenas 100 páginas, y debo entregar, el 31 de diciembre, por lo menos 600 páginas. ¡Mucha cosa para poco tiempo!
¿Cómo hacerlo? Esos son los desafíos y me gusta aceptar desafíos. Me hacen sentir que estoy vivo, me hacen despertar, todos los días, con algo definido en la mente. Mientras lucho para vencerlos, pienso en ellos constantemente. No cómo algo asustador sino cómo un estímulo para continuar realizando.
Vivir es enfrentar desafíos. No me gusta llamarlos de problemas. La palabra problema me suena a pesimismo. Una cosa es decir: “Tengo muchos desafíos para vencer.” Y otra completamente diferente es lamentarse: “Estoy lleno de problemas.” Problema suena a rendición, a derrota, a encrucijada. Desafío no, el desafío genera en ti las ganas de avanzar, de ir enfrente, de luchar.
Creo que los desafíos son nada más que la invitación de la vida para resolver problemas. Y a final de cuentas, la vida es eso, resolver problemas todos los días. Desde que te despiertas hasta que, tarde por la noche, te acuestas. Minuto tras minuto, hora tras hora. La vida fue así desde que viniste al mundo. Tu nacimiento fue vencer el desafío de ver la luz; tu niñez, el desafío de sobrevivir; tu juventud, el desafío de prepararte para la vida; tu edad adulta, el desafío de alcanzar realización y tu ancianidad, el gran desafío de enfrentar la muerte, sin temor, con esperanza en el corazón, mirando al pasado con gratitud y satisfacción.
Tal vez en este momento tienes muchas dificultades delante de ti. No las mires cómo problemas. Si lo haces, ellas te abrumarán. Míralas como desafíos. Remángate las mangas y, en el nombre de Jesús, manos a la obra. Dios te dará sabiduría para enfrentarlos. Como el torero enfrenta al toro, con inteligencia, hasta cansarlo y derrotarlo. Pero sin Dios, enfrentarás los problemas como el toro, de frente, sin medir consecuencias, y chocarás contra la roca, corriendo el peligro de fracasar y hasta de morir.
Levanta la cabeza. Observa. No corras simplemente. Para, medita, descubre el camino más promisorio, y encamínate hacia tu destino glorioso.
¿Y la novela? Ah, sí. Hice nacer un clon, en “los laboratorios intergalácticos de Calvin” ocultos en la región de las ruinas de Macchu Picchu, en el Perú. El clon tiene la mente virgen pero, por un error de los agentes de Calvin, se encuentra en estado de descomposición, estando aún vivo. El bien y el mal quieren apoderarse de su mente y él huye. ¿Quién es Calvin? Bueno descubrirlo, es un desafío. ¡Hasta la próxima!
ya espero la novela.
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